Almacenes El Siglo
La historia de los Almacenes El Siglo comienza en el año 1881, cuando los empresarios Eduardo Conde Giménez, Ricardo Gómez del Olmo y Saavedra, y Pablo del Puerto Arrey crearon "Conde, Puerto y Compañía" empresa dedicada al comercio minorista y que situó su sede en la planta baja del número 5 de la Rambla de los Estudios y 12 de la calle Xuclá.
En 1912, a la muerte de Pablo Puerto, la empresa pasó a denominarse “Conde y Compañía”. El 27 de marzo de 1914 falleció Eduardo Conde Giménez, continuando sus hijos Dionisio, Ricardo, Eduardo y Alfredo, junto con el cuñado de todos ellos Leocadio de Olabarría, al frente de la empresa. Poco después pasó a ser sociedad anónima con el nombre de “Grandes Almacenes el Siglo”, nombre que conservó hasta su desaparición.
En la tienda, almacenes y otros departamentos de los grandes almacenes, trabajaban más de 1.000 empleados, a los que había que sumar otras 600 personas en distintos talleres de confección, que elaboraban productos para El Siglo. Editaban 30.000 catálogos, y repartían unos 90.000 globos al año entre sus clientes para alegría de sus hijos. Poseían una flota de 25 camiones para efectuar el reparto a domicilio de sus productos.
El edificio, obra del arquitecto Leocadio Olabarría, tenía 7 pisos de altura y una superficie de 149.464 palmos cuadrados de planta.
En 1932, cuando se produjo el incendio que destruyó el edificio, El Siglo ocupaba los números 3, 5 y 7 de la Rambla, los números 10,12 y 14 de la calle Xuclá y el número 1 de la plaza Bonsuccés.
Todo el edificio se convirtió en cenizas el domingo 25 de diciembre de 1932 (día de Navidad), justo cuando los barceloneses se disponían a preparar la comida de Navidad.
Según el periodista Lluís Permanyer el motivo del incendio fue el siguiente:
“En uno de los escaparates del comercio tenían, a modo de atracción comercial, un pequeño tren en miniatura que lo recorría entre los artículos expuestos. Con el fin de darle más realismo, se cargaron algunos vagones con carbón y pequeños paquetes simulando regalos. A la hora de cerrar el local, se les olvidó apagar la locomotora que continuó dando vueltas y más vueltas a su recorrido. El exceso de peso de sus vagones provocó un sobrecalentamiento del motor del tren hasta que se incendió. Ese pequeño fuego pasó a las cortinas del escaparate, a los artículos, a las estanterías de madera y así hasta incendiar todo el edificio en uno de los incendios más notables que se recuerda en Barcelona.”
Según el “Museo del Seguro” de Mapfre, las indemnizaciones a los asegurados, a consecuencia del incendio, fueron asumidas por 22 compañías aseguradoras.
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